Hace unos meses estas antonimias se vieron en juego cuando el pueblo francés definía su futuro eligiendo entre la socialista, Ségolène Royal, y el candidato de centro derecha, Nicolás Sarkozy. Finalmente, el 6 de Mayo, la derecha accedió al poder venciendo en segunda vuelta al partido opositor. Desde ese entonces, el rumbo francés quedó bien marcado por la reaparición de la identidad de mencionada nación. El habla, la escritura en ese idioma y el amor a la patria son las características básicas, según el presidente, para ser un F R A N C É S, con todas las letras.
La creación del Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional, es la mejor forma para lograr este proyecto. Este plan llevará a Francia al progreso… al progreso de un estado autoritario, racista y, por lo tanto, imperialista; que con argumentaciones falaces hará del país Galo una nación que seleccionará entre los inmigrantes, el color y su apariencia, para lograr, la raza perfecta.
¿Por qué el autoritarismo y el racismo son elementos del imperialismo? Porque éste, es la doctrina y la práctica de la dominación de un Estado sobre otro. En la actualidad se encuentra escondida en las banderas del nacionalismo, suprimiendo a otras culturas y civilizaciones. Lamentablemente, Francia se sumerge cada vez más en esta ideología y va olvidando el fervor revolucionario, a Breton, a su cultura. Y entiéndase bien, no hay identidad sin cultura.Miles de personas deben abandonar sus tierras por guerras, por hambre o tan solo por pensar diferente; la mayoría se dirige a los países desarrollados, esperanzados en encontrar allí un lugar en donde poder realizar sus vidas. Al llegar, se chocan con la realidad, la de tener un muro que les impide pasar, la de ser selectos por un Ministerio o las de ser marginados. Todas estas realidades se transcriben en una palabra: Discriminación.
Otra etapa política parece haber comenzado en Francia, con una generación distinta que pugna por el poder, que anhela el poder. Se cierra un ciclo de 12 años bajo la presidencia de Jacques Chirac, comienza otro. Uno que, al parecer, no va hacer recordado por sus obras sociales y la inclusión. Mientras Sarkozy festeja su victoria y se pasea por la coquetas calles de Paris; hay personas, iguales a él, que anhelan poder vivir allí, que no tienen para comer, enfermas tal vez, que esperan. ¿Qué esperan? Que un hombre, un Ministerio, decida por sus vidas.
Diego Malbernat
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