sábado, 29 de diciembre de 2007

El Ministerio del Miedo

Francia es un país con varias particularidades en su formación cultural y social, a lo largo de la historia. Fue sometido por naciones o creencias de corte imperialista: musulmanes (732 d.c.), ingleses (1223) y alemanes (1940). Además, estuvo a punto de gobernar todo el continente gracias a Napoleón. Realizó una revolución que, en los papeles, cambiaría el mundo, pero la voluntad de poder haría de los principios de libertad, fraternidad e igualdad una “farsa horrible y, vista desde cerca, superflua, dentro de la cual, sin embargo, los espectadores nobles y exaltados de toda Europa que la veían desde lejos han venido proyectando durante mucho tiempo y de manera muy apasionada la interpretación de sus propias indignaciones y entusiasmos”.

Hace unos meses estas antonimias se vieron en juego cuando el pueblo francés definía su futuro eligiendo entre la socialista, Ségolène Royal, y el candidato de centro derecha, Nicolás Sarkozy. Finalmente, el 6 de Mayo, la derecha accedió al poder venciendo en segunda vuelta al partido opositor. Desde ese entonces, el rumbo francés quedó bien marcado por la reaparición de la identidad de mencionada nación. El habla, la escritura en ese idioma y el amor a la patria son las características básicas, según el presidente, para ser un F R A N C É S, con todas las letras.
La creación del Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional, es la mejor forma para lograr este proyecto. Este plan llevará a Francia al progreso… al progreso de un estado autoritario, racista y, por lo tanto, imperialista; que con argumentaciones falaces hará del país Galo una nación que seleccionará entre los inmigrantes, el color y su apariencia, para lograr, la raza perfecta.
¿Por qué el autoritarismo y el racismo son elementos del imperialismo? Porque éste, es la doctrina y la práctica de la dominación de un Estado sobre otro. En la actualidad se encuentra escondida en las banderas del nacionalismo, suprimiendo a otras culturas y civilizaciones. Lamentablemente, Francia se sumerge cada vez más en esta ideología y va olvidando el fervor revolucionario, a Breton, a su cultura. Y entiéndase bien, no hay identidad sin cultura.

Miles de personas deben abandonar sus tierras por guerras, por hambre o tan solo por pensar diferente; la mayoría se dirige a los países desarrollados, esperanzados en encontrar allí un lugar en donde poder realizar sus vidas. Al llegar, se chocan con la realidad, la de tener un muro que les impide pasar, la de ser selectos por un Ministerio o las de ser marginados. Todas estas realidades se transcriben en una palabra: Discriminación.

Otra etapa política parece haber comenzado en Francia, con una generación distinta que pugna por el poder, que anhela el poder. Se cierra un ciclo de 12 años bajo la presidencia de Jacques Chirac, comienza otro. Uno que, al parecer, no va hacer recordado por sus obras sociales y la inclusión. Mientras Sarkozy festeja su victoria y se pasea por la coquetas calles de Paris; hay personas, iguales a él, que anhelan poder vivir allí, que no tienen para comer, enfermas tal vez, que esperan. ¿Qué esperan? Que un hombre, un Ministerio, decida por sus vidas.

Diego Malbernat

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