miércoles, 5 de diciembre de 2007

Analfabetos políticos: sin perdón ni olvido

“Los policías oyen el tiro a retaguardia y por una fracción de segundo titubean. La descarga atruena la noche. Giunta siente una bala junto al oído. Detrás oye un impacto, un gemido sordo y el golpe de un cuerpo que cae. Probablemente es Garibotti. Con prodigioso instinto, Giunta hace cuerpo a tierra y se queda inmóvil. A Carranza, que sigue de rodillas, le apoyan el fusil en la nuca y disparan. Más tarde le acribillan todo el cuerpo.” Ojalá se pudiera decir que esto es un mero relato ficticio…

El "non-ficción" es un término más bien literario. Decir que es un género es entrar en un debate, ya que es complicado limitar y establecer los parámetros que tendría este. El panorama difuso que se produce se debe a la heterogeneidad con que se creó, a partir de dos autores que cuenta la realidad de forma literaria, Rodolfo Walsh (en nuestro país) y Truman Capote (con relevancia internacional). Sin embargo, son distintos en toda su dimensión: desde su personalidad, pasando por sus vivencias y concluyendo en sus textos.

Por supuesto, y demás está decirlo, los dos escritores crearon grandes obras literarias y son genios a su manera. Pero esto no significa que no se pueda criticar a uno y distinguir al otro.
En el estilo periodístico que recrea Rodolfo Walsh, se encuadra otro escritor que se puso la camisa de la responsabilidad social. Un peso que muchos, entre ellos Capote, no pueden llevar.
Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en Enero de 1943. En 1973 publicó su primera novela: “Triste, solitario y final”, traducida a doce idiomas. En 1976, después del golpe de Estado, Soriano se trasladó a Bélgica y luego vivió en París hasta 1984, año en que regresó a Buenos Aires.

Durante la época del proceso, escribió “No habrá más penas ni olvido”, una novela que fue inmediatamente censurada por su alto contenido crítico al gobierno de facto. “La dictadura ha significado, para mí, el mal absoluto. No me salen matices para explicarla. Quiero decir, asimilo a aquellos militares con el régimen nazi y eso me impide comprender las razones de los que trabajaron de cerca o de lejos para ella, de los que colaboraron e incluso de quienes fueron actores pasivos pero conscientes”.

Sin dudas, este marplatense merece un mayor reconocimiento por sus obras y por la construcción de la verdad. En cambio, Capote, realizó “A sangre fría” por cuestiones meramente comerciales, por cuestiones de fama. Un hombre que le importaba muy poco lo que sucedía más allá de las puertas del Ritz y de su vaso de champagne. Un genio que se desperdició por una ausencia paterna que derivó en los vicios, las drogas y la avaricia. Sus investigaciones superficiales llevaron a que la oligarquía lo nombre como el creador de las novelas de “no ficción”, algo que llama poderosamente la atención porque Walsh se le anticipó diez años.

Ahora bien, si Capote producía sus novelas con fines personales, ¿Walsh y Soriano con qué fines escribían? “¿Acaso no fue la Dictadura, su largo brazo estirado a través del tiempo, la que mató a María Soledad? ¿No es el Proceso que sigue asesinando pibes, asustando, castrando por procuración?” se preguntó el autor marplatense. La respuesta está es sus obras. “El peor analfabeto es el analfabeto político. Él no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. Él analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos, el político corrupto y lacayo de las empresas multinacionales”.

Solo estas obras literarias, que reproducen hechos aberrantes, que destapan lo que la clase hegemónica quieren ocultar y que denuncian mediante sus prosas; pueden otorgar a la sociedad conciencia para que no se generen más analfabetos políticos. Mahatma Ghandi decía: “La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo. ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor que el de la Humanidad?”.
Diego Malbernat

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